Cosas de mujeres, asuntos de nosotras

Todo el que me conoce sabe que la musa no siempre está conmigo. Una vez me propuse escribir a diario pero me resultó muy agotador, preferí andar al acecho de nuevos temas pero a veces no quiero escribir. En los últimos días han ocurrido muchas cosas que quisiera poner en tinta pero los sentimientos han dispersado los hechos y al escribir usaría solo el corazón.

He estado triste. Dentro de tanta alegrías, triunfos y deseos de superación, he estado triste. Me doy cuenta de que soy muy capaz de entristecerme por los hechos de otros y que al fin y al cabo no son cuentas de mi rosario. Mantenerme al margen hubiera sido un acto de cobardía.

Es muy cierto aquello que dicen de que de todo se saca algo bueno, todo es el matiz que le des. De algo catastrófico puede venir el bienestar, la paz y la felicidad. Asi mismo de algún hecho que se supone te haga feliz puede sobrevenir una desgracia.

Lo mejor de todo ha sido que nos hemos unido, toda la familia (incluidos los menores) se han puesto como fieras en la defensa de lo casi indefendible. Al final del día estamos todos de acuerdo y nos hemos mantenido inalterables en nuestro criterio, sin ceder ni un ápice de nuestro territorio al enemigo, solo hay un bando.

La calma vuelve, luego se alteran los ánimos, llegan las lágrimas, hay tensión en el ambiente pero seguimos juntos y regresa la calma. Eso es lo que un día soñé y si para que ocurriera tuvo que suceder esto, bendito sea el día en que la vida de varias personas parecieron desmoronarse, la verdad prevalecerá, el amor volverá a florecer y todo pasa, todo.

Ya lo he dicho antes, el río trae agua nueva, remueve el lodo y limpia las piedras. Agua fresca, nuevas personas, nuevos protagonistas, mejores elecciones y sobre todo aprender a vivir con lo que las aguas pasadas nos dejaron, sea lo que sea.